Palabras de Horacio Ravenna a cinco años del fallecimiento de Alfredo Bravo

 

In memoriam
por Horacio Ravenna (1)
 
Compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas.
Compañero doblegador de torturas y torturadores
Compañero de ideales llevados a la práctica
Te despedimos con dolor.
 
Palabras de Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo,
en su despedida, 27/05/2003
 
 
Socialista no dogmático, ateo gracias a Dios, así se definía Alfredo Bravo en el reportaje que Mona Moncalvillo le hiciera para la revista Humor en los finales de la dictadura.
 
En aquella definición socarrona Alfredo se mostraba en plenitud.
 
Nunca especuló con hacer lo políticamente correcto, tampoco hizo política mirando las encuestas. Era un militante popular que tenia una comunicación natural con el pueblo.
 
En pleno crisis de 2001 y 2002 nunca dejó de caminar normalmente por la calle. Cuando muchos políticos de distintos partidos afeitaban sus bigotes, dejaban crecer sus barbas o teñían sus cabellos para viajar en autos con vidrios polarizados, Alfredo transitaba en su viejo Taunus amarillo y caminaba las calles de Buenos Aires con su natural bonomia.
 
La gente lo paraba, lo alentaban, hasta los tacheros, cuando lo reconocían le gritaban
 
- no afloje profe, déles duro... 
y él, con indisimulado orgullo aclaraba:
- profesor no, maestro, maestro de grado.
 
No hubo lucha social que no apoyara, no se fijaba qué organización estaba atrás o quien podía tratar de capitalizarlo, simplemente allí estaba.
 
Entrerriano de nacimiento era porteño por adopción y como tal hacia un culto del tango, la noche, era amigo leal de sus amigos y disfrutaba de las sobremesas en que el fútbol y River eran un tema recurrente.
 
Nunca hablaba de las secuelas de la tortura al que la dictadura lo había sometido con particular saña pese a tener muchas que paralizaban su cuerpo y lo sometían a permanentes dolores solo conocido por sus seres más cercanos.
 
Tenia 51 años cuando lo levantaron de la escuela donde daba clase, de las pocas anécdotas que refería de aquellos días terribles fue de los momentos en que desnudo y encapuchado esperaban junto a otros en la puerta de la sala de torturas “tomando distancia como en la escuela”, sabia que cuando ya no tenia a nadie al alcance de su brazo, él era el siguiente. En esos momentos un guardia al oído le decía:
 
- aguante profe, ya falta poco para que todo esto termine.
 
Decía que no sabía por qué pero suponía que habría sido un alumno suyo que trataba de alentarlo.
 
- para que no se quiebre el viejo imaginaba.
 
El recordado debate que tuviera con Etchecolatz en el programa Hora Clave que dirigía Mariano Grondona lo mostró en toda su autenticidad.
 
En lugar de dar por terminado en un bloque el reportaje a Alfredo tal como estaba acordado, Grondona lo estiró durante varios bloques en busca del raiting que el debate sobre la supuestas dos campanas que arguyen los genocidas podía redituarle.
 
Eso si, instaló detrás de cámaras una ambulancia del SAME, no fuera que se reiterara lo que ya le había sucedido delante de cámaras con el recordado Carlos Auyero.
 
Ese desigual debate al que fue sometido causó una profunda conmoción social por lo que la APDH envió una enérgica carta de condena que motivó que a la semana siguiente se le hiciera un acto de desagravio.
 
En aquel lenguaje que dividió a la Argentina a mediados del siglo pasado, como actor de aquellos tiempos que fue, Alfredo ironizaba con que era “gorila”.
 
Sin embargo nada estaba más lejos de la realidad, no solo porque al gorila se lo asimila al antipopular y él era más popular que muchos peronistas, sino porque en la APDH trabó y cultivó entrañables amistades con destacados militantes peronistas.
 
Tuvo una relación cordial y de profundo respeto con Don Jorge Taiana padre, miembro activo del Consejo de Presidencia de la APDH y tuvo una relación compinche y divertida con el negro Giudice Bravo.
 
Tal vez con quien forjó una amistad más profunda fue con Alfredo Carballeda, tanguero y noctámbulo como él. En una de aquellas duras reuniones de la conducción de la APDH Carballeda sufrió una crisis cardíaca y falleció en sus brazos. Alfredo siempre rindió homenaje a su memoria y nunca dejó de evocarlo.
 
Así como su conducta incorruptible de cabrón apasionado es un ejemplo de compromiso militante para las nuevas generaciones, su obra política y gremial es el testimonio permanente de su tremenda humanidad.
 
Fundador y dirigente de CETERA, construyó un sindicato combativo que ha conducido y conduce aún la lucha docente sin por una educación pública y laica.
 
Estigmatizaba a aquellos socialistas que habían colaborado con dictaduras, sabía que con ellos no podría construir nunca la unidad de su partido. Durante muchos años luchó para derrotarlos, cuando lo logró trabajó y obtuvo la unidad.
 
Tal vez el pluralismo de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos sea la expresión máxima de su concepción democrática y pluralista.
 
Desde su fundación la APDH se caracterizó por convocar a la dirigencia política de todos los partidos políticos comprometidos con la dignidad de la persona y la democracia, a sectores religiosos, sindicales y de la cultura.
 
La presidió hasta su muerte con orgullo, aceptando el disenso y buscando el consenso sin autoritarismo porque sabía que la fuerza de la unidad era la mayor fuerza política y ética de nuestra organización.
 
Él, que era puro corazón, murió de un ataque cardíaco el 26 de mayo de 2003, la muerte lo sorprendió un amanecer, cuidando las plantas de su jardín en su casa de Saavedra.
 
Dos temas empañaron sus últimos días, el bajo porcentaje que había obtenido su partido en las elecciones nacionales que lo tuvieron como candidato y la designación de Gustavo Beliz como Ministro del Interior, justo aquel que le había robado la Senaduría Nacional que había ganado legítimamente en las urnas.
 
Odiado por los genocidas y sus cómplices, respetado por muchos y querido por las grandes mayorías, fue actor fundamental de una etapa difícil y riesgosa de la vida política Argentina, en esos tiempos, siempre estuvo en primera línea, al lado de los que luchaban y de los que sufrían.
 
Pasarán los años de esta memoria testimonial de quienes fuimos sus contemporáneos y junto a otros pocos actores fundamentales de la resistencia a la dictadura más sangrienta de nuestro país, quedará en la historia como un ícono de la refundación democrática y como uno de los abanderados de la lucha por la libertad y la justicia social en nuestro país.
 
 
(1) Basado en el discurso que pronunció en oportunidad del velorio de Alfredo Bravo en el Salón de Pasos Perdidos del Honorable Congreso de la Nación.