En el día del abogado y la abogada víctima del terrorismo de Estado

Por Vivana Beigel

Las memorias colectivas se componen de múltiples experiencias y voces. Constituyen un ejercicio concreto de recuerdos, de olvidos, de silencios, de relatos y de actos. En palabras de Elizabeth Jelin, las memorias, ponen en juego saberes, pero también emociones, tienen huecos y fracturas.

Hoy quiero llenar algunos de esos huecos recordando a las mujeres abogadas víctimas del genocidio argentino, porque es sabido que las lógicas discursivas y la posibilidad de la palabra pública ha generado que algunas historias de víctimas sean más conocidas que otras, sobre todo en sociedades patriarcales como las nuestras.

Quiero honrar la memoria y hacer visibles a estas mujeres abogadas, validar la historia de lo que pensaban y como eran sus espacios de pertenencia en las organizaciones políticas y armadas de la izquierda revolucionaria.

Mujeres que habían abrazado la defensa de los derechos de perseguidos y perseguidas políticas, que lucharon por garantizar los derechos sexuales y reproductivos. Mujeres que habían decidido salir de la esfera privada de la familia para comprometerse en la lucha social y política y en la defensa de los derechos humanos.

Quiero hacer memoria hoy y dar cuenta de la vida de las abogadas que en los años ´60 y ´70 se involucraron en el movimiento feminista, reclamando por el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos y que se opusieron a las opresiones del sistema patriarcal.

Mujeres abogadas que, en esos años, articularon su actividad profesional con su actividad política y que fueron profundamente marcadas junto a sus compañeros abogados por la desaparición forzada de Néstor Martins y por el asesinato de Rodolfo Ortega Peña por parte de la Triple A.

Quiero recordar y nombrar a cada una de nuestras abogadas detenidas-desaparecidas. Porque al nombrarlas las reconocemos, las visibilizamos y las homenajeamos. En este día, están presentes Graciela Beretta, María Cristina Bustos;  Elda Calabro; Graciela Doldan; Norma Falcone; Mónica Fernández; Teresa Israel; Nelly Ortiz; Edith Peirano; Carmen Pellegrini; Nora Peretti; Amanda Prato; Manuela Santucho; María Saur de Galuppo; Mónica Schteingart; Marta Taboada y Esther Wejerman; todas abogadas detenidas-desaparecidas y respecto de quienes no conocemos cual fue su destino final.

Quiero reconocer también a Nelly Minyersky que fue perseguida por la dictadura cívico- militar y a Nina Brugo que tuvo que exiliarse por razones políticas, porque ambas, hasta el día de hoy siguen reclamando por la legalización del aborto y por los derechos de las mujeres y las diversidades e identidades sexo-genéricas.

Y para darle una mirada federal a este reconocimiento, quiero recordar también a las abogadas mendocinas que fueron perseguidas y secuestradas por el ejercicio de la abogacía y por su militancia política y social.

A Haydee Fernández, abogada secuestrada por asesorar a los familiares en la búsqueda de personas desaparecidas, a Susana Sanz, abogada laboralista y militante de la juventud peronista que se comprometió en la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, a Dora Goldfarb, jueza secuestrada y alojada en el centro clandestino de mujeres instalado en el Casino de Suboficiales de Mendoza y a Angélica Escayola, abogada laboralista, militante política comprometida en las luchas sociales que tuvo que salir al exilio y que hasta hoy levanta las banderas de los derechos humanos.

Ellas, las abogadas perseguidas, muchas obligadas a vivir en la clandestinidad, fueron militantes políticas que formaron parte de ese conjunto de mujeres que bien describe Marta Vasallo en su libro “La Terrible Esperanza”. Mujeres que, en los ´70, se revelaron en contra de la división sexual del trabajo, que se enrolaron en la construcción de un proyecto revolucionario ajeno a la cosificación de las relaciones humanas y a la subordinación de la mujer, que pensaron en la maternidad y en la paternidad social para promover la igualdad en las relaciones familiares y que proyectaron un mundo donde sea efectiva la equidad para las mujeres y en el que se garantice su participación paritaria en el espacio público.

Quiero recordar y hacer visibles a estas abogadas, que fueron catalogadas por los perpetradores del genocidio como las enemigas internas de la Nación, como las delincuentes subversivas apátridas y como mujeres fallidas que se habían distanciado de su “deber ser”. Estas abogadas que, por su condición de género, fueron doblemente castigadas en los centros clandestinos de detención, que fueron reprimidas por su militancia política y social pero también, por ser transgresoras al reclamar el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. Abogadas que fueron disciplinadas por los genocidas de manera diferenciada, a través de las violaciones, los abusos, las torturas sexualizadas, la desnudez forzada, y mediante actos de desmaternalización y de apropiación de sus hijos y de sus hijas.

Quiero visibilizar a estas mujeres, que, como el conjunto de las revolucionarias de los ´70, fueron objeto de un cautiverio disciplinario cuyo objetivo fue, además, el de restaurar los valores de la moral occidental y cristiana que ellas habían decidido abandonar.

Han pasado muchos años, muchos silencios y muchas ausencias, años de falta de escucha y del no reconocimiento a las mujeres abogadas víctimas del genocidio argentino. Pero estas opacidades se han ido quebrando poco a poco en los juicios por delitos de lesa humanidad.

El trabajo comprometido de muchas compañeras abogadas, desde las fiscalías y desde las querellas, ha sacado a luz la verdad histórica. Un trabajo que en los últimos tiempos ha impactado en los tribunales hasta lograr que los delitos sexuales sean considerados delitos autónomos dentro del plan criminal genocida. Estas miradas, con perspectiva de género, se tradujeron en las primeras condenas en las causas “Barcos” del Tribunal Oral Federal de Santa Fe, en la causa “Molina” del Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, en la causa Sambuelli del Tribunal Oral Federal de Santa Fe, en la Causa Vesubio II y en la causa de Casino se Suboficiales de Mendoza entre otras.

A partir del trabajo dedicado y comprometido de muchas abogadas defensoras de derechos humanos que abrazaron los feminismos se ha logrado que, entre los fundamentos utilizados por algunos de los tribunales orales federales de nuestro país, se señalara que la violencia sexual formó parte del proceso de destrucción del genocidio, que tomó como blanco específicamente a las mujeres que se habían apartado de los roles de género tradicionales.

Hoy quiero decirles que, a través de nuestro trabajo en los juicios de lesa humanidad, buscamos honrar a las mujeres víctimas del genocidio argentino, quebrando los silencios de recuerdos dolorosos que esperaron un espacio de escucha para ser expresados. Aún queda camino por recorrer y muchos reconocimientos pendientes, pero estamos avanzando en la reconstrucción de la verdad histórica, porque como dice Elizabeth Jelin, lo que fue silenciado en determinada época emerge con voz fuerte después.

Mujeres abogadas víctimas del genocidio argentino.

¡Presentes!! Ahora y siempre!!

Viviana Laura Beigel

Abogada querellante en juicios de lesa humanidad de Mendoza.

8 de julio de 2020