Carlos Menem 1989-1999 - La Segunda Década infame
Pasados los tres días de duelo nacional decretados por el obsoleto reglamento del protocolo oficial, queremos hacer una valoración crítica de la obra de gobierno de Carlos Menem.
Su asunción en 1989, luego de una brutal estampida hiperinflacionaria y destituyente, generada por los grupos concentrados de poder económico, estuvo basada en la promesa de medidas de corte popular tradicionales en el peronismo. Revolución productiva y salariazo fueron las dos consignas centrales de la campaña electoral, propuestas desechadas rápidamente y transformadas en un programa político y económico al servicio del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, bajo los lineamientos neoliberales y privatistas del Consenso de Washington.
Un programa económico que tuvo en las políticas impulsadas por los “Chicago Boys” el objetivo central de desmantelar las empresas y servicios a cargo del Estado, reducir los presupuestos de las políticas sociales, en especial las de educación y de salud públicas.
En asombrosa voltereta programática, la revolución productiva se tradujo en relaciones carnales con Estados Unidos y Gran Bretaña, siendo aplaudido por líderes conservadores del momento como Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Marioneta al servicio de esos grandes intereses, Menem puso en venta y malvendió las empresas del Estado: YPF, YCF, Gas del Estado, la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, Aerolíneas Argentinas, el Puerto, el sistema nacional de jubilaciones y pensiones, entre otros. Destruyó el sistema ferroviario argentino, cerrando cientos de ramales y condenando al olvido y a la extinción a los pueblos que dependían del paso del ferrocarril.
En el marco de esa política, provocó y legalizó la transferencia de colegios secundarios y establecimientos terciarios del ámbito nacional a las provincias, sin los recursos económicos necesarios para sostenerlos, generando de esta forma el peor deterioro de la educación pública conocido hasta el presente.
Impulsó la Ley Federal de Educación, repudiada por la comunidad educativa, pero votada en el Congreso Nacional en 1993, la cual decretaba la destrucción de las escuelas normales, artísticas y técnicas, y colocaba a la educación en una suerte de dependencia con las empresas privadas.
Una activa resistencia de gran parte de la comunidad educativa impidió el desguace total del sistema, recuperado lentamente a partir de la Ley Nacional de Educación recién en el año 2005.
En el sistema de salud, las iniciativas a favor de la municipalización de los hospitales y su arancelamiento fue resistida por sectores de los gremios de la salud, no sin complicidades sindicales de todo tipo, lográndose por el apoyo de la comunidad la supervivencia de los centros de salud gratuitos, pero con presupuestos absolutamente precarizados y reducidos. Un vaciamiento gradual del sistema de salud, de los centros de producción científica y técnica, y la profundización de las brechas con el sector privado, altamente beneficiado, fue la resultante.
El marco de las relaciones laborales, recibió un golpe destructivo profundo con las medidas de flexibilización laboral que vulneraron los derechos básicos de los trabajadores. Se inició un proceso ininterrumpido de precarización laboral, reforzada con el despido de cientos de miles de trabajadores y las promesas de microemprendimientos laborales, en los que la mayoría de ellos, fueron de rápido fracaso.
Así como Carlos Menem cedió tan fácilmente ante la presión de la Banca Internacional, rifando el patrimonio público, también cedió ante a la presión de los grupos golpistas militares, minoritarios, pero de alto impacto, como el del coronel Mohamed Alí Seineldin, concediendo el indulto a los militares condenados por los crímenes de lesa humanidad. El indulto a los genocidas fue uno de los hechos más repudiados por la sociedad, generando la ruptura del arco político de apoyo a su gobierno e iniciando un proceso de fuerte oposición.
Todo lo descrito fue posible por el servilismo del Poder Judicial, renovado con nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia obsecuentes y jueces designados al margen del prestigio académico y jurídico. Una etapa signada por la injerencia partidista en la designación de cargos, consagrando lo que hoy es la corporación judicial clasista y conservadora que predomina en el ámbito judicial.
El poder de los medios de comunicación empezaba a aflorar como uno de los resortes centrales para la formación de la opinión pública y su aval para las reformas neoliberales. Junto a intelectuales orgánicos del establishment de la prensa y la TV hegemónicas, un espectáculo televisivo a cargo de personajes de la farándula acompañaba el circo dirigido por el presidente.
El apoyo del sistema económico concentrado y de la Banca Internacional, la venta de las empresas y recursos estatales, le permitió a Menem mantener el artilugio de la paridad cambiaria, ilusión que encandiló a parte de la población argentina y permitió su reelección después de la reforma constitucional de 1994.
Carlos Menem culminó en 1999 su segundo mandato rodeado del repudio creciente de la población, en medio de multitudinarias protestas de los sectores marginados y excluidos por las políticas neoliberales, cortes de ruta, algunos de ellos ferozmente reprimidos, y el crecimiento del movimiento de desocupados generado por el vaciamiento empresarial y privatista: las y los piqueteros.
Queda fuera de este breve pero dramático relato, el análisis de las decisiones tomadas por un presidente que no dudó de vender armas de manera clandestina a Ecuador, su implicación en la resultante voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, su alineamiento automático con EE. UU. y el Vaticano. También en el retroceso de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, expresado en la IV Conferencia de Mujeres realizada en Beijing. No podemos dejar de mencionar la errática política internacional y el encubrimiento a los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, todavía sin esclarecimiento definitivo.
El gobierno de Carlos Menem debería quedar en la historia como la Segunda Década Infame. A pesar de que, en el marco de su entierro, los medios de comunicación y voceros políticos no quieran recordarlo, seguramente por las diversas complicidades y acuerdos sostenidos en el tiempo, llegará un momento en que el balance popular hará justicia y repudiará públicamente la obra de gobierno de un político que destruyó lo que quedaba en pie del Estado argentino.
Sus políticas económicas y culturales pueden compararse a las implementadas en la dictadura cívico - militar y a las que después retomaría el dúo Mauricio Macri - Horacio Rodríguez Larreta.
No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.